nado. Lo recordaba 
perfectamente. Pronunció un deseo enfermizo de que él pudiera permanecer
 joven, y que el cuadro envejeciera; que su hermosura permaneciera 
inalterada, y que su rostro en la tela soportara la carga de sus 
pasiones y pecados; que la imagen pintada se marchitara con las líneas 
del sufrimiento y el pensamiento, y que él mantuviera la flor y el 
encanto casi consciente de su adolescencia. Con seguridad su deseo no se
 había cumplido? Esas cosas son imposibles. Era monstruoso sólo pensar 
en aquello. Y sin embargo, ahí estaba el cuadro frente a él, con un 
toque de crueldad en la boca.
El retrato de Dorian Gray - Oscar Wilde
El retrato de Dorian Gray - Oscar Wilde
