Eran sus ojos de cielo el ancla más linda que ataba mis sueños.
Y otra vez, corazón, te han herido... Pero amar es vivir otra vez.
Fui una letra de tango para tu indiferente melodía.
Duele tanto la rutina de una vida siempre igual, la costumbre duele tanto, que esta noche, liberado del perfume de oficinas, ¡quiero música, maestro, hasta morir!